Por Clovis Díaz
La Paz, mayo 2012. (EL
DIARIO).-Han transcurrido más de quinientos años desde la incursión colonial
española al entonces Nuevo Mundo y aún siguen en pie misterios que deambulan
por América. Uno de ellos, tal vez el más importante: ¿cómo fue posible que
miles de indígenas hayan sido derrotados por un puñado de europeos? Aislando el impacto de las armas de fuego,
surge un factor sicológico que tal vez, podría develar aquel misterio: el papel
desempeñado por la superstición y creencias indígenas en toda América Latina.
En efecto. Desde México
al Perú, las comunidades autóctonas esperaban el retorno de dioses
resplandecientes, blancos y barbudos. La leyenda, con sutiles diferencias, había sido transmitida de generación en
generación; de comunidad en comunidad de manera que, en 1519, aquella visión
ideal adquirió imagen y masa corpórea con la presencia física de Hernán Cortés y sus
hombres, que desembarcaron en el puerto de Veracruz y sin mayores
inconvenientes (exceptuando “La Noche Triste”), tomaron México.
Otro tanto ocurrió en
el Perú ---1532--- con la derrota de los
incas por las fuerzas de Francisco Pizarro y los hermanos Almagro; descalabro
de gran magnitud que alcanzó a las comunidades originarias del Tahuantinsuyo,
incluido el Kollasuyo, hoy región occidental de Bolivia.
Junto a los ejércitos
españoles, ingresó un grupo especializado en difundir y defender la fe. Los
batallones de la sotana y de la cruz. Sin embargo, entre los extirpadores de idolatrías, hubo sacerdotes que al redactar
minuciosos informes a la Corona Española, difundieron la Historia de los pueblos
sometidos al proceso colonial, salvando en última instancia, tan valiosa
información que en nuestros días es motivo de consulta.
Así, Fray Diego de
Landa, describió las costumbres de los mayas, en su libro “Relación de las
Cosas de Yucatán”, y mencionó la leyenda indígena de los “hombres
resplandecientes, barbados y de tez blanca” que algún día, retornarían en pos
de su trono.
MALOS PRESAGIOS
A
propósito, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), conmemoró el
Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos, en 1992, publicando la
decimotercera edición del libro de Miguel León-Portilla, “Visión de los
vencidos, Relaciones Indígenas de la Conquista”.
León-Portilla
destaca en su famoso libro, el proyecto de Fray Bernardino de Sahagún, sacerdote
que convocó a sus estudiantes indígenas de Tlatelolco, México, para que redactaran en idioma náhuatl y de
acuerdo a su punto de vista, la más amplia relación de la dramática incursión
española.
Los
estudiantes indígenas, hablan de ocho funestos “Presagios de la venida de los
españoles”, que por su importancia y como respaldo al presente artículo “Superstición y Coloniaje”, reproducimos
a continuación: “Primer presagio funesto:
Diez años antes de venir los españoles primeramente se mostró un funesto
presagio en el cielo. Una como espiga de
fuego, una como llama de fuego, un como aurora: se mostraba como si estuviera
goteando, como si estuviera punzando en
el cielo (…) pues cuando se mostraba había alboroto general: se daban palmadas
en los labios las gentes, había un gran azoro…”.
El
segundo presagio funesto, cuenta que
“por su propia cuenta se abrasó en llamas; se prendió en fuego: nadie tal vez
le puso fuego, sino por su espontánea acción ardió la casa de Huitzilopochtli.
Se llamaba su sitio divino…”Casa de Mando”… pero cuando le echaban agua, cuando
intentaban apagarla, sólo se enardecía flameando más. No pudo apagarse: del
todo ardió”.
El
tercer presagio funesto, narra que un
rayo cayó sobre un templo: “Sólo de paja era: no llovía recio, solo lloviznaba
levemente. Así se tuvo por presagio; decían de este modo: “No más fue golpe de
Sol”. Tampoco se oyó el trueno”.
Cuarto presagio funesto:
“Cuando había aún Sol, cayó un fuego. En tres partes dividido: salió de donde
el Sol se mete: iba derecho viendo a donde sale el Sol: como si fuera brasa,
iba cayendo en lluvia de chispas. Larga se tendió su cauda, lejos llegó su
cola…”
Quinto presagio funesto:
“Hirvió el agua: el viento la hizo alborotarse hirviendo…se levantó muy alto.
Llegó a los fundamentos de las casas: y derruidas las casas se anegaron en
agua. Eso fue en la laguna que está
junto a nosotros”.
Sexto presagio funesto:
“muchas veces se oía: una mujer lloraba,
iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos: ---¡Hijitos míos, pues
ya tenemos que irnos lejos! Y, a veces decía:-- ¿Hijitos míos, adónde os llevaré?”
Séptimo presagio
funesto: “Muchas veces se atrapaba , se cogía algo en las
redes. Los que trabajaban en el agua cogieron cierto pájaro ceniciento, como si
fuera grulla. Luego lo llevaron a mostrar a Moctezuma, en la Casa de lo Negro
(casa de estudio mágico)…Había uno como espejo en la cabeza del pájaro como rodaja
de uso, en espiral y en rejuego, era como si estuviera perforado en su
medianía. Allí se veía el cielo. Las estrellas… y Moctezuma lo tuvo a muy mal
presagio (…) Pero cuando vio por segunda vez la cabeza del pájaro, nuevamente
vio allá en lontananza, como si algunas personas vinieran de prisa; bien
estiradas; dando empellones. Se hacían la guerra unos a otros y los traían a
cuestas unos como venados…”
Octavo presagio funesto:
“Muchas veces se mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas.
De dos cabezas pero un solo cuerpo. Las llevaban a la Casas de lo Negro, se las
mostraban a Moctezuma. Cuando las había visto luego desaparecían”.
MUERTE DE
MOCTEZUMA
Los
informantes de Sahagún, describen luego el encuentro de Moctezuma (Motecuhzoma),
con Hernán Cortés: “Cuando él (Moctezuma), hubo terminado de dar collares a
cada uno, dijo Cortés a Moctezuma: ---¿Acaso eres tú ¿Es que ya eres?¿Es verdad
que eres tú Moctezuma? Le dijo Moctezuma:---Si, soy yo. Inmediatamente se pone
en pie, se para para recibirlo; se acerca a él y se inclina, cuanto puede dobla
la cabeza; así lo arenga, le dijo: “Señor nuestro: te has fatigado; te has dado
cansancio: ya a la tierra tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México.
Aquí has venido a sentarte en tu solio, en tu trono. Oh, por tiempo breve te lo
reservaron, te lo conservaron, los que ya se fueron, tus sustitutos (…) Ojalá
uno de ellos estuviera viendo, viera con asombro lo que yo veo venir en mí! (…)
Y tú has venido entre nubes, entre nieblas. Como que esto era lo que nos habían
dejado dicho los reyes, los que rigieron, los que gobernaron tu ciudad: que
habrías de instalarte en tu asiento; que habrías de venir acá (…) Llega a la
tierra: ven y descansa, toma posesión de tus casas reales…”
Aprovechando
el carácter pacífico del encuentro con el emperador mexicano, los españoles
hicieron prisionero a Moctezuma y lo
ejecutaron.
DIOS VIRACOCHA
ENTRE LOS INCAS
En
1959, en homenaje a los trescientos cincuenta años de “Los Comentarios Reales”,
obra escrita por el Inca Garcilazo de la Vega, la Universidad Nacional de San
Marcos, Lima, Perú, editó los “comentarios” en dos tomos. Garcilazo de la Vega, relata que uno de los
hijos del Inca Yáhuar Huácac, soñó con un fantasma que anunciaba la rebelión de
los Chancas.
El
joven príncipe, se presentó ante su padre Yáhuar Huácac y le comunicó su sueño:
“---Sabrás que estando yo recostado hoy a mediodía, debajo de una gran peña, se
me puso delante un hombre extraño en hábito y en figura diferente de la
nuestra, porque tenía barbas en la cara de más de un palmo y el vestido largo y
suelto que le cubría hasta los pies. El cual me dijo: sobrino, yo soy hijo del
Sol; por lo cual soy hermano de tu padre y de todos vosotros. Llámome Viracocha
Inca; vengo a darte aviso se lo des al Inca, que la mayor parte de las
provincias de Chinchasuyu están
rebeladas y juntan mucha gente para derribarle y destruir nuestra imperial
ciudad del Cusco (…) y en particular te digo a ti que en cualquier
adversidad que te suceda no temas que yo
te falte…” Garcilazo, agrega que tiempo después, cómo el joven príncipe descendiente
de Yáhuar Huácac, al combatir y destruir
a los ejércitos rebeldes, tomó el nombre de Viracocha Inca.
A
la llegada de los españoles al suelo peruano, los indígenas, los identificaron
con el dios Viracocha, porque les vieron barbas y todo el cuerpo vestido. Luego que entraron los españoles prendieron a
Atahuallpa y lo mataron “Y porque creyeron que eran hijos de su dios, los
respetaron tanto que los adoraron y les hicieron tan poca defensa como se verá
en la conquista del reino, pues seis españoles solos (Hernando de Soto y Pedro
del Barco entre ellos), se atrevieron a ir desde Cajamarca al Cusco y otras
partes, doscientas y trescientas leguas de camino, a ver las riquezas de
aquella ciudad y de otras, y los llevaron (los indios), en andas, porque fuesen
más regalados…” agrega Garcilazo.
Citemos
que en la parte occidental de Bolivia, aún en nuestros días se escucha tratar
de “viracocha” a gente de las ciudades.
EL FACTOR SICOLÓGICO
ANULA A LOS NATIVOS
En
base a testimonios de los discípulos indígenas de Fray Bernardino Sahagún, que confirman el carácter sobrenatural dado a
los soldados españoles que invadieron México (1519), y tomando la versión del
Inca Garcilazo de la Vega, en la conquista del Perú (1532), es notorio el papel
negativo que jugaron la superstición y
las creencias de estas dos naciones precolombinas, unidas por el dolor de la
Conquista que cercenó no sólo la vida de los vencidos, sino que también generó un
freno absoluto al desarrollo de las dos culturas.
En
mejores términos, el factor sicológico que atrapó el espíritu y el
entendimiento de Moctezuma, en México y neutralizó el ánimo guerrero de Atahuallpa y su gente, en el Perú y otras
latitudes andinas, hizo posible que un puñado de españoles, tenga ganada la
guerra militar aún antes de empezarla.
ARCABUZ , ESPADA,
CABALLO Y MASTINES
El
espanto causado en el ánimo de clase dirigente y la masa indígena, ante la atrevida incursión de los
“hombres resplandecientes, barbados y de tez blanca”, fue acrecentado por el
impacto de las armas blancas de acero, el terrible cañón, el mortal arcabuz, la
feroz jauría de mastines y el brioso caballo
que atropellaba sin contemplación alguna.
La
bestia de poderosos cascos y el jinete, fueron para los nativos un solo ser.
Cuando comprobaron, mucho después, que
ambos morían bajo el poder de las flechas y de las emboscadas, era demasiado
tarde para volver a los heroicos tiempos prehispánicos.
Desde
nuestro moderno punto de vista, los españoles utilizaron una especie de
operaciones sicológicas contra los indígenas, incluyendo entre los artefactos a
su servicio, las enormes naves que flotaban en el mar, lagos y ríos de América
Latina.
Vale
destacar que la superstición y ciertas creencias fueron traídas también por los
soldados de la vieja España. Tal es el caso del famoso aliado de las batallas:
Santiago que ya combatió victoriosamente en las guerras santas contra los
infieles y en el caso particular del Perú, contra las montoneras indígenas leales a Tupac Amaru
en 1780.
En
la obra de Teresa Gisbert “Iconografía y mitos indígenas en el arte” publicado
el año 2004, Santiago cayendo como un bólido del cielo, montado en su fogoso
caballo, “lucha contra los indios” en un lienzo existente en la Iglesia de
Pujiura, Perú.
A su vez, este santo de procedencia colonial
española, ha sido relacionado por los pueblos de habla aymara y quechua en el
área andina de Bolivia, como “Illapa”
dios del rayo y del estruendo, tal cual
lo refrenda el autor del libro “Mama
Pacha”, Mario Montaño Aragón.
Para
concluir, superstición y coloniaje han caminado de la mano, en la historia de
nuestro país. (clovisdíaz@yahoo.es).
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